A finales de 1998, Isabel Coixet visitó Valencia para presentar A los que aman, su tercer largo y una auténtica rara avis en su filmografía. Protagonizada por un reparto variopinto, que incluía a Patxi Freytez, Olalla Moreno, Gary Piquer y el cantante Albert Pla, en la película destacaba también la presencia de una intérprete italiana llamada Monica Bellucci, por entonces prácticamente desconocida, que la acompañó en la ronda promocional.
Entrevisté a Coixet, como era preceptivo, pero no quise dejar pasar la ocasión de charlar también con la actriz, que por entonces contaba en su haber con un papel mínimo en el Drácula (1992) de Coppola y empezaba a dejarse ver en el cine francés gracias a títulos como L’appartement (Gilles Mimouni, 1996) y Dobermann (Jan Kounen, 1997), ambas al lado de Vincent Cassel.
No resultó difícil cerrar la entrevista, ya que nadie más se interesó por ella. No sé si sucede en otros sitios, pero en Valencia solo interesan los famosos. Nadie se molesta en prestar atención a artistas emergentes, desconocidos o de carrera prometedora. No hay espacio en los medios para ellos, dicen. Los redactores no tienen tiempo para abarcarlo todo, aseguran. Pero si diez años después de haber estado en la ciudad y haber sido ignorados, ganan un Oscar, no falta el artículo trivial y oportunista del tipo El día que Monica Bellucci se comió una paella en El Palmar. Para eso siempre hay tiempo y espacio. En las páginas de los medios generalistas locales solo tiene asegurada la presencia un artista por disciplina, y siempre valenciano, no faltaba más: cualquier anécdota relacionada con Blasco Ibáñez (literatura), Sorolla (pintura), Berlanga (cine), Nino Bravo (música) o Paco Roca (cómic) es objeto de atención. El resto, o no existen o a duras penas logran asomar la cabeza. En los últimos años lo he comprobado al frente de la Mostra. Todo el mundo quería entrevistar a Sorrentino, pero para el resto de invitados (más de 40 cada año) no había ni migajas. Solo pagando era posible conseguir un pequeño hueco para ellos. Y no siempre.
En fin, a lo que vamos. Como es bien sabido, con los años Monica Bellucci se convertiría en la gran estrella internacional que es hoy, y solo volvió a Valencia en 2017, para asistir al estreno de una ópera (es decir, para ejercer de famosa) en el que también estuvo la reina Sofía. Entonces los medios sí le prestaron atención. Rescato la breve conversación mantenida con ella, que apareció en portada de Cartelera Turia (con foto del Flaco) el 4 de enero de 1999. Como siempre, respeto literalmente el texto tal como se publicó. La entradilla demuestra la magnética fascinación que, ya por entonces, provocaba la italiana.

 

 

MONICA BELLUCCI, LA MUJER PERFECTA

«PREFIERO LLEGAR A AMÉRICA CON UNA PELÍCULA EUROPEA»

 

Así responde Isabel Coixet cuando se le pregunta sobre la incorporación de Monica Bellucci al reparto de A los que aman: «Yo quería una actriz francesa o italiana, y nos fuimos a hacer un casting a París. Para mi sorpresa, Monica se presentó. Debo reconocer que tenía ciertos prejuicios, porque la veía demasiado guapa y alta. Pero se hizo el moño, se lavó la cara y me convenció de que podía hacerlo. Tiene muchísima fuerza, y la retrates como la retrates, sale siempre perfecta». Y es cierto. Por mucho que uno la haya visto en films como Drácula, L’appartement o Dobermann, cuando la ex top model italiana se te planta delante, despliega su amplia sonrisa y comienza a gesticular con las manos mientras habla sin parar en un dialecto que ella misma denomina itañol (una mezcla de italiano y español), solo quedan dos opciones: desmayarse o no perder la compostura y empezar la entrevista, que para eso nos pagan.

¿Cómo conseguiste abandonar la pasarela y dedicarte al cine?

Hice La riffa (Francesco Laudadio, 1991), mi primera película, por casualidad. El productor, Dino Risi, me llamó porque había visto una foto mía. El pequeño papel que hice en Drácula surgió de igual modo, porque Coppola también vio una foto, aunque para mí fue toda una experiencia trabajar en una película como aquella. Pero ya cuando hice mi primera aparición en el film de Risi decidí que deseaba dedicarme al cine. Asistí a cursos de interpretación en Nueva York y Roma, porque quería aprender, ya que era consciente de que había conseguido mi primer papel no por ser buena actriz, sino porque respondía físicamente a los requisitos del personaje que buscaban. Opté por dedicarme a la interpretación cuando estaba en mitad de mi carrera como modelo, y estoy muy contenta de haber tomado la decisión, porque aunque las producciones italianas no gozan de excesiva repercusión internacional, he tenido la oportunidad de trasladarme a París y trabajar en varias películas francesas. Y me encanta haber rodado con Isabel, porque me gustó mucho Cosas que nunca te dije. Forma parte de la misma generación de gente con la que suelo trabajar, y eso facilita las cosas, porque hablamos el mismo lenguaje.

¿No pensaste quedarte en Estados Unidos después de Drácula?

No, porque al fin y al cabo, tanto L’appartement como Dobermann van a estrenarse ahora allí, e Isabel tiene previsto hacer una proyección de A los que aman en el Lincoln Center de Nueva York. Prefiero llegar a América con una película europea, porque creo que una actriz como yo debe tener primero una trayectoria en Europa, donde existe la posibilidad de hacer muchas cosas interesantes. Después puede llegar el momento de pensar en hacer una película americana, para adquirir experiencia.

En Dobermann interpretabas a una muda. ¿Fue especialmente difícil?

Creo que el habla es una parte muy importante de la expresividad de un actor, pero también se puede hablar con los ojos y con las manos. Para trabajar en la película aprendí el lenguaje de signos y tuve la posibilidad de conocer a mucha gente sordomuda. Fue una experiencia increíble para mí. Y el rodaje fue muy divertido. Recientemente, fue emitida por Canal Plus Francia y alcanzó el 25% de share, cuando la media habitual de la cadena es del 9%. Además, ha sido adquirida por Miramax y va a ser estrenada en Inglaterra, donde L’appartement ha ganado el British Academy Award correspondiente a mejor película extranjera.

Has trabajado con directores como Coppola, Nichetti, Kounen o Coixet. ¿Qué has aprendido con cada uno de ellos?

Creo que cada cosa ha ido llegando en su momento. Hace cuatro años, por ejemplo, no creo que hubiera estado preparada para hacer una película como Dobermann. Y en el caso de L’appartement, tuve que trabajar mucho mi francés, porque era la primera vez que rodaba en ese idioma. Con Isabel me ha pasado algo parecido, porque nunca había rodado en español. Por otra parte, en cada película he hecho papeles muy distintos, y eso es lo máximo que puede pedir una actriz. L’appartement era una película romántica y dulce, Dobermann está llena de violencia… Cuando tienes una cara bonita y un cuerpo de características muy determinadas, todo el mundo trata de darte papeles de guapa y tonta, pero yo he tenido suerte. Porque si eres tonta, es difícil tratar de convencer a la gente de lo contrario.

¿Te has sentido cómoda rodando en español?

No, porque era la primera vez. Afortunadamente, interpreto a una extranjera, pero fue difícil. Cada vez que cruzaba dos palabras con Isabel era una tragedia, y más teniendo en cuenta que estábamos constantemente pasando del tú al vos.

¿Tienes algún proyecto en perspectiva?

Acabo de terminar una comedia negra con un joven director francés [N. del A: se refiere a Como un pez fuera del agua, de Hervé Hadmar], en la que también actúan Dominique Pinon y Tcheky Karyo. En noviembre empiezo a rodar otro largo en Francia y también voy a participar en un cortometraje de media hora con una directora inglesa. Será la primera vez que trabaje en inglés.

Otro idioma que añadir a la lista.

Sí, aunque mi inglés es mejor que mi español (risas).