Nadie está libre de meter la pata. Errare humanum est, como dice el latinajo atribuido a Séneca. Sobre todo, en un oficio que implica escribir casi a diario. Si, además, la mirada crítica y la opinión van incluidas en la ecuación, es fácil patinar alguna vez. También acertar, claro, el olfato cuenta, pero es absolutamente imposible no equivocarse. Para muestra, un botón: una noche de 1994, una compañía discográfica me invitó a un concierto promocional en la pequeña Sala 4 de Valencia, situada en el sótano del edificio Rialto y hoy desaparecida. La cita era con un grupo mexicano desconocido en nuestro país, pero que empezaba a arrasar en Latinoamérica después de publicar un álbum titulado ¿Dónde jugarán los niños?, y que ahora trataban de introducir también en el mercado español. Terminado el showcase, una responsable del sello vino a preguntarme por mis impresiones. Dando muestras de una clarividencia inigualable, lancé mi veredicto: «Son una copia de The Police, pero con letras en castellano; dudo mucho que algo así vaya a tener éxito». El tiempo se ha encargado de demostrar que dije una estupidez. Ojo: hice dos afirmaciones, pero solo una fue una estupidez. Porque Maná, efectivamente, eran una copia indisimulada de The Police en castellano, eso resultaba evidente para cualquiera. El error fue pensar que no triunfarían, cuando a fecha de hoy, más de veinte años después, siguen llenando estadios. Del mismo modo que Fito y Fitipaldis no son más que una fotocopia borrosa de Dire Straits pero, como Maná, se han hartado de vender discos. Ahí aprendí (siempre se aprende algo) que el público mayoritario, por lo general, solo quiere más de lo mismo. La prueba es la retahíla interminable de grupos españoles y latinoamericanos de éxito que no son más que clones de otras bandas anglosajonas. O las cansinas franquicias cinematográficas. O esas series que siguen acumulando temporadas, a cual peor, con la única justificación de los índices de audiencia.
¿Y qué tienen que ver Maná y las equivocaciones si aquí hemos venido a hablar de The Strokes? Pues que con The Strokes cometí otro de esos errores que le persiguen a uno de por vida. O quizá no. Viajemos ahora a Mallorca, donde en el año 2001 se celebra la primera edición del festival Isladencanta. Los cabezas de cartel son Jon Spencer Blues Explosion, Thievery Corporation, Stereolab y Goldfrapp, entre otros, pero en letra un poco más pequeña, aparece otro nombre: The Strokes. Sería su primer concierto en suelo español, con su esperado álbum debut a punto de aparecer y la prensa internacional hablando ya de ellos como los (enésimos) redentores del rock. Así que para allá que nos fuimos a verlos. Atención, spoiler: pese al revuelo organizado en torno a ellos, no me parecieron nada del otro jueves.
La crónica del festival salió publicada en el número de septiembre de Rockdelux, y en la parte dedicada a The Strokes, el texto fue exactamente el siguiente: «Tienen actitud, imagen y canciones, pero desde luego no la arrolladora personalidad sonora que hizo correr ríos de tinta tras la publicación de su primer single, The Modern Age. Su repertorio pone la mirada en la new wave y tiene reminiscencias, bien digeridas, de Romantics, Buzzcocks, Cars y Blondie, y Julian Casablancas es un frontman arrogante y con poder de convicción, a mitad de camino entre un joven Iggy Pop (aspecto) y un primerizo Lou Reed (inflexiones vocales), pero de ahí a revolucionar el rock contemporáneo va un trecho. Posiblemente, sin tanto ruido mediático tendrían un futuro menos problemático del que a buen seguro les aguarda».
Mientras algunos medios hablaban de los herederos de The Velvet Undeground y Television, algo que yo no veía por ninguna parte, a mí se me ocurrió citar a grupos con los que, entendí, tenían más relación. Desde luego, no estaban reinventando nada ni asumían las coordenadas sonoras de vanguardia que se les atribuían, pero sí me parecieron dignos herederos de bandas que se habían distinguido por su ímpetu adolescente y la urgencia de su repertorio. Y eso era lo que intenté transmitir en el texto. Las comparaciones, sin embargo, no debieron ser las más afortunadas, porque muchos meses después todavía se me mencionaba en los foros de internet como «el indocumentado que comparó a The Strokes con Buzzcocks y Romantics». Pongo indocumentado por no poner algo peor, que de todo hubo. Para los más jóvenes que estén leyendo esto, si hay alguno, los foros de internet eran unos espacios virtuales donde se vertían opiniones y se mantenían conversaciones online, en los que se podía insultar a quien quisieras bajo seudónimo y sin consecuencia alguna. Sí, como ahora.
No me retiré del periodismo musical, como le hubiera gustado a más de uno, pero sí llegué a plantearme si me había vuelto a equivocar gravemente, como con aquella predicción sobre el futuro de Maná. Al mes siguiente, la propia Rockdelux destacaría Is This It, álbum debut de The Strokes, como disco del mes, haciéndose eco de ese tsunami mediático global, y el siempre ecuánime Juan Cervera firmaría una crítica que ponderaba sus virtudes y saludaba con cierta euforia su llegada, pero también dejaba claro, como no podía ser de otra manera, que el álbum (y la banda) era un claro producto de la era del reciclaje y palidecían frente a sus supuestos modelos de antaño. Fueran los que fueran. Por mi parte, tenía claro que era una banda destinada a cumplir una misión generacional, como lo había sido Oasis, otra formación sobre la que no se puede discutir con quienes crecieron escuchándolos, pese a la evidente irrelevancia de su repertorio desde el punto de vista de su aportación a la evolución de la música pop.
Imagino que la crónica tuvo más repercusión por el hecho de aparecer en una publicación de referencia como Rockdelux, pero ahora, al recordar aquel episodio, he buscado en internet algunas otras reseñas del concierto y ninguna destila el entusiasmo desmedido que se suponía debían provocar. Ni la de Indielovers ni la de Javier García Ferrer en Indyrock, que decía (transcribo literalmente): «Tras éstos, asistimos a la representación de The Strokes, grupo que había despertado auténtico furor, tras sus portadas en NME, encumbrados por la prensa inglesa había llegado el momento de demostrar su valía, la verdad es que nos ofrecieron un buen concierto de pop, reminiscente de la new wave, pero tampoco es para echar tantos cohetes, al terminar acabe con la duda de quien era la mente brillante que los había calificado como los nuevos Velvet Underground, porque esa influencia no se vio por ninguna parte». Bueno, a veces no está mal sentirse un poco acompañado, aunque sea mediante un texto donde los signos de puntuación se usan de manera tan anárquica y se echa de menos alguna que otra tilde. Ya saben: el periodismo digital que iba a retirar a los profesionales del gremio, y eso.
Flash forward hasta finales de 2005. The Strokes, dijera yo lo que dijera, se habían convertido en estrellas globales. Pitchfork, la biblia de la crítica anglosajona, había calificado Is This It con un 9.1, y aunque su segundo álbum, Room on Fire (2003), solo mereció un 8, la banda neoyorquina seguía siendo uno de los pilares de referencia del rock del nuevo siglo, como contaría tiempo después Lizzy Goodman en su libro Nos vemos en el baño. Y entonces apareció First Impressions of Earth, un tercer disco que ya no fue recibido con tantos fuegos artificiales (la nota de Pitchfork fue solo de 5.9) y en el que parecían buscar una manera de hacerse adultos a nivel musical. ¿La prueba del algodón? La señal de alarma definitiva: Citaban a Queen como modelo a seguir.
Entonces llegó la llamada con la proposición de entrevistar a Julian Casablancas, con motivo de la aparición del disco. La conversación apareció en Neo, suplemento del diario Levante, el 22 de diciembre de 2005. Al releerla he detectado una cierta tensión que no recordaba, pero creo que introducción, preguntas y respuestas hablan por sí solas. La transcribo tal cual apareció, despiece incluido. Y sí, ese verano tocaron en el FIB.
THE STROKES
LOS SEÑORITOS
Los niños bonitos del rock neoyorquino están de vuelta. Su tercer disco, First Impressions of Earth, presenta novedades. Ellos, en cambio, siguen igual de aburridos con el mundo.
La prensa no les está tratando bien. Más allá de que First Impressions of Earth no esté despertando precisamente oleadas de admiración, la actitud de The Strokes no contribuye a que su tercer LP caiga simpático a los medios, que solo disponen de unas cuantas canciones cedidas por su sello y, a la hora de enfrentarse al grupo, se encuentran con unos tipos indolentes y aburridos. Su trabajo es hacer canciones, no sonreír, pero cuando Julian Casablancas se pone al teléfono con ochenta minutos de retraso sobre el horario previsto, como si la misión del resto del mundo fuera estar pendiente de él (o como si su compañía de discos fuera incapaz de organizar un horario como es debido), es lógico que los ánimos estén caldeados. Pero son The Strokes. Quizá la culpa sea, precisamente, de los medios. Como dijo el guitarrista Nick Valensi: «Nos prestaron más atención de la que merecíamos. Nos convirtieron en los salvadores del rock, cuando todo lo que habíamos hecho era grabar un disco de media hora». De hecho, el nuevo dura casi tanto como Is This It y Room on Fire, sus dos predecesores, juntos. El quinteto neoyorquino ha vuelto. Y con ganas de resarcirse de las bajas ventas de su anterior LP.
El titulo hace pensar en un debut. ¿Os habéis tomado este disco como un nuevo comienzo?
No había pensado en ello de ese modo. Desde luego, es un nuevo capítulo. El sonido es distinto. Creo que existe una confusión entre la producción y la música. La música es lo que haces sobre el escenario, pero eso hay que traducirlo de algún modo para que llegue a la gente, y ahí es donde empiezan los problemas y los retos. Esta vez queríamos traducirlo de un modo diferente, más fielmente. Que sonara más grande, ya sabes, en plan Queen, lo cual no habíamos conseguido con anterioridad por nuestras limitaciones técnicas en el estudio. David Kahne nos ha ayudado a buscar más espacio para cada instrumento y conseguir que nuestra música llegue a una audiencia más ecléctica.
Sorprende, precisamente, la elección como productor de David Kahne, que ha trabajado con Paul McCartney, The Bangles, Fishbone, Sugar Ray o Tony Bennett.
Llegamos a él a través de amigos comunes. No sabía lo que había hecho previamente. No buscábamos un ingeniero de sonido, sino alguien con grandes conocimientos técnicos. Nos ayudó a lograr un sonido mejor. Hicimos juntos una canción, funcionó y seguimos. Después supe que había trabajado con Bangles, Sublime y otras bandas. Es un tipo que ama la música. Nos entendimos perfectamente y fue un placer trabajar con él.
Fue quien rechazo en Warner la publicación de Yankee Hotel Foxtrot, la obra maestra de Wilco. No parece un gran currículum para alguien «que ama la música».
No conocía ese dato.
¿Cuáles han sido las ventajas de grabar el nuevo LP en vuestro propio estudio?
Los dos primeros son como un todo, mientras que, esta vez, el resultado es más variado, quizá debido al ritmo de trabajo. Hemos tenido mucho tiempo para componer, decidir si nos gustaban las canciones, charlar sobre ellas, pensar si queríamos hacerlas de otra manera… Ha habido más comunicación. Y si nos parecía que valía la pena probar con una versión diferente de la canción, lo hacíamos.
¿Por eso os habéis pasado un año grabando?
Bueno, gran parte del tiempo lo invertimos en ensayar y trabajar en equipo. En realidad, la grabación duró dos o tres meses. El resto lo dedicamos a componer y hacer los arreglos.
La primera impresión tras la escucha del disco es que resulta menos urgente y directo que los anteriores. ¿Estás de acuerdo?
No sé qué quieres decir exactamente. Si lo supiera, igual estaría de acuerdo. ¿Menos urgente? No lo sé. La gente me dice durante todo el día cosas muy distintas sobre el disco. Muchos comentan que es más pesado. Supongo que debo tomarme como un cumplido el hecho de que cada uno diga algo diferente, pero cada cual tiene su opinión, y nunca las valoro desde un punto de vista negativo.
¿Habéis alcanzado la madurez como grupo con este disco?
Somos más maduros que antes, aunque no sé si hemos alcanzado todavía un grado de madurez definitivo.
¿Fue Room on Fire, vuestro anterior álbum, un fracaso?
No, creo que era más un disco de regreso que buscaba pelear por conseguir su propio espacio. La gente dijo que nos repetíamos porque trabajamos con el mismo productor. Sí, es verdad que la producción era igual que en el primero, pero las canciones eran diferentes. Quizá la gente esperaba un cambio, algo como lo que hemos hecho ahora.
¿Por qué no se publicó el LP en directo que debía haber precedido a First Impressions of Earth?
Algunos de los miembros de la banda querían que se editara, y otros no. Estuvo a punto de salir a la venta, pero no estábamos realmente contentos con él. Quizá era pronto para un disco en directo, aunque otros lo han hecho.
La canción Ask Me Anything incluye un mellotron, instrumento que utilizáis por primera vez. ¿Fue sugerencia del productor o buscabais novedades?
Fuimos a un estudio diferente para grabar overdubs durante una semana. Era un sitio increíble, y había muchos instrumentos distintos, entre ellos un mellotron, un órgano… Nos pareció que podía quedar bien introducirlo en la canción.
Estáis haciendo una «gira secreta» de presentación que es cualquier cosa menos secreta. ¿Se trata de una estrategia de marketing?
Creo que los asistentes a los conciertos son ganadores de concursos y cosas por el estilo. Es una oportunidad para tocar en sitios más pequeños de lo habitual. Cuando firmas con una compañía de discos, no tienes ni idea de lo que van a hacer contigo en algunas partes del mundo. Cada sello tiene sus propios métodos de promoción y lo estamos pasando bien en estos conciertos. Más adelante, volveremos y tocaremos en sitios más grandes.
¿Como el Festival de Benicàssim?
Eso espero. Todos los grandes festivales nos han invitado.
INTERNET, LA PRENSA Y LOS RUMORES
La banda pasó por una crisis durante una gira en Japón
Incongruencias de la industria discográfica: no envían un CD al periodista para que pueda escuchar el disco por miedo al pirateo, pero el contenido completo del LP es accesible a través de internet. «Las compañías de discos no suelen usar la lógica muy a menudo. Es mucho más útil poder escuchar todo el disco. Lo peor en estos casos es que, algunas veces, las versiones de las canciones que aparecen colgadas en internet no son las definitivas, y están al acceso del público tres semanas antes de que salga el disco. No sé quién lo hace, pero en el momento en que sueltas un CD, aparece en la red. Y eso que se los sueles dar a gente en la que confías. No es que sea un paranoico, es un hecho, pero no estoy particularmente en contra de ello». En tales circunstancias, no es extraño que algunos periodistas se acaben cabreando con el grupo. El prestigioso periódico inglés The Independent, por ejemplo, presentaba a la banda diciendo: «The Strokes se han hecho más famosos por sus novias célebres (entre ellas, Drew Barrymore) y sus privilegiados backgrounds (la mayoría tiene familia rica y famosa) que por su música». A Julian Casablancas no le hace gracia. «Creo que esa es la parte más fea de los medios. Es triste tener que leer cosas como esas. Pero es algo que, por desgracia, no podemos controlar». Como los rumores. Uno de los que circulan sobre el grupo asegura que estuvieron a punto de tirar la toalla durante una gira por Japón. «No fue exactamente así. Tenemos nuestros altibajos, y me alegra que, a pesar de ello, sigamos siendo amigos. En ocasiones, las cosas no resultan divertidas, pero nunca corrimos el riesgo real de separarnos. Es importante que nos mantengamos unidos».
Foto de apertura: The Strokes en directo, en el FIB 2006. © Liberto Peiró