Se anuncia la publicación de Pan de ángeles, un nuevo volumen de memorias de Patti Smith («el definitivo», dicen), que ya espera su turno en la mesita de noche, y se produce la habitual avalancha de entrevistas y reportajes, no solo por la novedad editorial (en cuanto a discos, no hay noticias desde Banga, de 2012), sino por la trascendencia del personaje. Volvemos a leer sobre su devoción por Rimbaud, su relación con Robert Mapplethorpe, sus precoces escarceos teatrales con Sam Shepard, la versión del Gloria de Them que la puso en el mapa, el terrible accidente que casi le cuesta la vida en 1977, el Because the Night que Springsteen descartó y ella readaptó y convirtió en éxito, el himno global en que se ha convertido People Have the Power, su vida al lado de Fred Sonic Smith… Podríamos seguir hasta el infinito. Patricia Lee Smith es un icono del siglo XX, una artista que, a sus 78 años, sigue siendo relevante y dando motivos para creer en la cultura como bálsamo, fuente de conocimiento y arma de combate.

En esos recordatorios no falta tampoco otra anécdota recurrente: la referencia a la andrógina foto de cubierta de Horses, álbum mayúsculo que ha cumplido medio siglo y supone otro motivo para devolverla a la actualidad (es portada en El País digital cuando escribo estas líneas), ya que está haciendo una gira de conciertos para celebrarlo.

Parece casi imposible que exista un cronista que desconozca la existencia de Patti Smith o su importancia histórica. Y, sin embargo, también va a suceder nuevamente algo muy común cuando se habla de ella: que algunos escriban mal su nombre. Una vez más, será inevitable encontrarse con textos en los que aparezca como Patty Smith. Sí, la inercia lleva a utilizar la i griega porque es la forma más común de abreviar Patricia en inglés. Pero convendremos que, más de cincuenta años después de su irrupción en el universo cultural y tratándose de un personaje de su nivel, lo mínimo exigible sería que su nombre se escriba con corrección. No hay más que mirar cualquier portada de sus discos para saber cómo se llama.

Tampoco es un caso único. Seguramente, James Marshall Hendrix no imaginaba que cuando eligió nombre artístico estaba dando gasolina para que plumillas perezosos y escasos de luces cayeran en la trampa. De James, Jimmy. Como Jimmy Page. Y a otra cosa. Que el nombre correcto sea Jimi (de nuevo, solo hace falta echar un ojo a los discos) no parece importar demasiado. El desliz es común incluso en publicaciones y webs supuestamente especializadas. Y sí, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, pero insisto: se trata de figuras clave en la historia de la música popular y debería ser exigible un mínimo de rigor.

En todo caso, Hendrix solo hay uno. Difícil equivocarse, por mal escrito que esté el nombre. Pero con Patti Smith no sucede lo mismo: Que se lo digan a Patty Smyth. Sí, igual pero con i griega en el lugar de la i latina. Ya es casualidad que ambas se dedicaran a la música, aunque sus destinos no pueden haber sido más diferentes. A Patricia Smyth, once años más joven, ni se le pasó por la cabeza utilizar un seudónimo. En 1987, cuando debutó como solista, Patti llevaba siete años sin grabar un disco (desde Wave, en 1979), dedicada a la vida familiar y supuestamente retirada de la escena. Así que publicó Never Enough, su primer disco como solista, bajo el nombre de Patty Smyth, que llevaba usando desde que dio sus primeros pasos en el pop, con el grupo Scandal. Solo un año más tarde, Patti resucitaba y grababa Dream of Life, que no fue saludado por la crítica como una obra maestra, pero que, ay, contenía People Have the Power.

Por si alguien cree que es imposible equivocarse o que exageramos al hablar de cronistas perezosos y escasos de luces, he aquí unas declaraciones de Patty a Gary James, para la web Classic Bands, al ser preguntada por si alguien mezcló las identidades alguna vez: «Estaba dando entrevistas en Europa y un periodista alemán me confundió con Patti Smith. Fue bastante gracioso, porque él llevaba un montón de fotos de Patti y yo estaba sentada frente a él. Fue hacia 1991. Yo pensaba: ‘¿En serio, tío? ¿No puedes distinguirnos?’ Resultó divertido».

Patty Smyth, saludando desde su Instagram

Hace bien en tomárselo con filosofía, porque si buscas a Patty Smyth en Spotify, la aplicación te lleva por defecto a Patti Smith. Podéis comprobarlo. Como si el algoritmo fuera consciente de que te has confundido, de que es imposible que quieras escuchar a Patty teniendo al alcance de la mano a Patti. Y, bueno, quizá tenga razón.

Porque, digámoslo abiertamente, la discreta trayectoria musical de Smyth palidece frente a la de Smith. Si la segunda ha sido sinónimo de riesgo, compromiso, vanguardia e innovación, la primera representa todo lo contrario. Patti nació en Chicago, pero fue piedra angular de la escena neoyorquina en torno al CBGB, que cambió la historia en la segunda mitad de los setenta y sentó las bases del punk. Patty, por el contrario, sí nació en Nueva York, y allí formó su primera banda, Scandal, en 1981, pero si el Patti Smith Group era el epítome de lo cool, Scandal era una más de las decenas de formaciones que trataban de hacerse un hueco en la poblada escena de la nueva ola americana. Y, en fin, digamos que no tenían mucho que hacer al lado de gente como Blondie. De hecho, si por algo se recuerda a Scandal es porque tuvo entre sus filas, durante un breve periodo de tiempo, a un guitarrista llamado Jon Bon Jovi (entonces, todavía Bongiovi) antes de volar por cuenta propia. Sí, en 1984 tuvieron un éxito notable con la canción The Warrior, que alcanzó el número 1 en las listas de mainstream rock estadounidenses (y en el Canada Top Singles), pero hoy nadie se acuerda de ellos.

Scandal fueron evolucionando hacia un sonido puramente AOR, hasta el punto de que Eddie Van Halen llegó a pedir a Smyth que se uniera a su banda… ¡Como sustituta de David Lee Roth! Ella rechazó amablemente la oferta, según cuentan las crónicas, por estar embarazada de ocho meses y porque no compartía su estilo de vida.

En 1987 grabó una versión de Downtown Train, de Tom Waits, con videoclip dirigido por un David Fincher que entonces se dedicaba de lleno al asunto (The Motels, Foreigner, Eddie Money, Madonna) y que todavía debería esperar unos años para debutar como director de largometrajes (lo haría en 1992, con Alien³). El tema, lo más cerca que ha estado nunca Smyth de rozar lo cool, estaba incluido en Never Enough, el ya citado primer disco de una carrera en solitario, claramente orientada hacia un anodino soft pop que, no obstante, tendría su punto álgido en 1992, con la salida de su segundo LP, homónimo, y el single Sometimes Love Just Ain’t Enough , a dúo con Don Henley (Eagles). De momento lleva 82 millones de reproducciones en Spotify (y 90 en YouTube), dato importante porque probablemente sea en lo único en que supera a Patti Smith.

 

Porque decir que Patty Smyth ha pasado de puntillas por la historia de la música es hasta ser generoso. En libros tan completos sobre la presencia de la mujer en el pop y el rock como She’s a Rebel: History of Women in Rock and Roll (Gillian G. Gaar) y She Bop: The Definitive History of Women in Rock, Pop and Soul (Lucy O’Brien), no hay ni rastro de ella, como si nunca hubiera existido.

Bien es cierto que nunca lideró ninguna revolución sonora, pero llegó a estar nominada al Oscar, por la canción Look What Love Has Done, escrita con James Ingram en 1994 para la comedia Junior, de Ivan Reitman, aquella en que Arnold Schwarzenegger estaba embarazado. Le ganó Elton John, que copaba tres de las cinco nominaciones con temas de El rey león. El quinto en discordia fue nada menos que Randy Newman.

No existen, hasta donde he podido investigar (es decir, hasta donde llega el buscador de Google Images), imágenes compartidas por ambas. Pero debería haberlas. Porque las conexiones van más allá de la fonética de sus nombres. Si ambas vivieron en Nueva York durante años y frecuentaban ambientes musicales, parece plausible que se encontraran más de una vez y compartieran amistades. Más que plausible, en realidad, porque el primer marido de Patty Smyth fue, ojo al dato, Richard Hell, una de las figuras clave de la escena punk de la ciudad, autor de la icónica Blank Generation, líder de The Voidoids, además de miembro fugaz de los Heartbreakers de Johnny Thunders y de los Television de Tom Verlaine. Estuvieron juntos apenas dos años, entre 1985 y 1986, una década después de la época de mayor esplendor del CBGB, y tuvieron una hija juntos. Es casi inverosímil que ambas Patricias no se cruzaran alguna vez, aunque en una entrevista aparecida en Stereogum en 2020 y firmada por Rachel Brodsky, Smyth asegura que nunca sucedió: «En aquel momento no estaba metida en la escena punk, era demasiado joven», señaló.

¿Más conexiones? En 2019, cuando salió el libro de Patti Smith El año del mono, la revista digital Air Mail Weekly le pidió la reseña a… efectivamente, Patty Smyth. En el artículo, decía: «Sabía que debíamos encontrarnos en la página impresa, yo y la persona con la que me confunden constantemente, cuya correspondencia recibo desde que tenía 17 años y vivía en el East Village». El texto destacaba el estilo único de Smith, pero también señalaba que los pasajes oníricos podían resultar confusos.

Si la relación de Patty con Hell fue breve, no puede decirse lo mismo de la siguiente, que mencionamos no por afán sensacionalista, sino porque vuelve a tener protagonista famoso. En este caso, John McEnroe, con el que lleva desde 1993 y ha tenido otras dos hijas. También han compartido escenario de manera informal en algunos conciertos del tenista, que como se sabe toca la guitarra e incluso formó un grupo, The Johnny Smyth Band, con el que llegó a grabar un álbum y girar por salas.

¿Y la carrera de Patty? Fue languideciendo hasta entrar en coma tras su segundo LP, aquel que contenía la versión de Tom Waits que pasó completamente desapercibida. Dos años después, Rod Stewart la grabó de nuevo y llegó al número 1 en las listas americanas. Más allá de las mencionadas apariciones puntuales en bandas sonoras (coló otro tema en la de Armageddon, en 1998), hubo una breve reunión de Scandal propiciada por la cadena VH1 que derivó en un recopilatorio y una pequeña gira de clubs en 2005; y en 2015, 23 años después de su última grabación, regresó con Come On December, un álbum navideño con fines benéficos. Posteriormente, volvió al estudio para grabar It’s About Time, otro disco bastante insípido en el que reincidió con Downtown Train, esta vez con una aterradora versión pop salpicada de sintetizadores (y con un saxo criminal) con la que obtuvo los mismos resultados que en 1987. Es decir, ninguno. Lo peor de todo es que el disco se publicó en 2020. Efectivamente, el año del COVID.

¿Hay moraleja en la historia de Patty Smyth? No lo sé. En todo caso, lo que sí puede decirse es que, a diferencia de otros, nunca ha estado en el momento justo en el sitio adecuado.

 

Crédito foto apertura: Steven Ferdman/Everett Collection/Alamy Live News