God Save The Damned. A propósito de ‘Darkadelic’

God Save The Damned. A propósito de ‘Darkadelic’

De aquella generación de bandas que definió el punk británico a finales de los 70, es posible que The Damned fuera la menos tomada en serio. Entre otras cosas, porque ellos mismos eran los primeros en no hacerlo. Compartían con otras formaciones el sonido afilado y la arrogancia juvenil, pero parecían salidos de un freak show, especialmente su cantante, Dave Vanian, un tipo digno de una película de terror de la Universal, y su entonces bajista, Captain Sensible, conocido por sus extravagantes disfraces. Ambos muy lejos de la estética revolution chic de los Clash o de las provocativas soflamas de los Sex Pistols. Y, sin embargo, han transcurrido las décadas y son de los pocos supervivientes de aquella escena que no solo continúan en activo, sino que mantienen la dignidad. Han pasado por innumerables cambios de formación y etapas sonoras, estuvieron más de una vez en barbecho y hasta salieron indemnes de un documental en el que se tiraban los trastos a la cabeza (The Damned: Don’t You Wish That We Were Dead, Wes Orshoski, 2015), pero no solo siguen vivos, sino que en los últimos tiempos no han parado de ofrecer alegrías a sus fans. Vanian (67 años) y Sensible (69), los dos miembros originales todavía al frente del grupo, tienen cuerda para rato.

Incluso para sanar viejas heridas. A finales de 2022, y después de mucho tiempo sin tocar con ellos, Vanian y Sensible volvieron a los escenarios con el guitarrista Brian James y el batería Rat Scabies, reuniendo quizá por última vez al cuarteto original de The Damned, para ofrecer cinco conciertos en el Reino Unido (dos veces pospuestos por culpa de la  pandemia de covid-19) donde solo tocaron las canciones de sus dos primeros álbumes, los únicos en que coincidieron los cuatro: El mítico “Damned Damned Damned” y el en su momento infravalorado “Music for Pleasure”, ambos de 1977 y con Sensible aún al bajo. Pese a ser un acontecimiento histórico en el reducido mundo del punk rock, decidieron tocar en salas, y no vender al mejor postor festivalero una serie de conciertos en los que se pudo constatar (pude verlos en el último, en Birmingham) que James no pasa por su mejor momento de salud (pero sigue siendo un auténtico killer a la guitarra) y que el repertorio mantiene la vigencia como el primer día, tal como atestiguaron los enérgicos pogos de cincuentones que se produjeron entre el público. La corta gira, de carácter excepcional, podría interpretarse como uno de esos regresos nostálgicos tan del gusto de las bandas veteranas, que siguen recorriendo escenarios o regresan a ellos puntualmente echando mano de sus viejos hits y contentando a una audiencia desconectada de la actualidad y refugiada en la música de su adolescencia. Lo cual tampoco es necesariamente malo, como demostró Siouxsie a su paso por Madrid el pasado verano.

Pero The Damned funcionan por libre, y pocos meses después, la formación actual de la banda (con los ya veteranos Paul Gray al bajo y Monty Oximoron al teclado, más un nuevo batería, Will Taylor) anunciaba una larga gira de veinte conciertos por Reino Unido (incluyendo el festival de Glastonbury), que se prolongaría después por Australia/Nueva Zelanda y Estados Unidos, así como el lanzamiento de un nuevo disco, “Darkadelic”. No solo eso, sino que la gira precedería al álbum, y en ella interpretarían la gran mayoría de los temas nuevos, aún por publicar. Precisamente, la última estrategia que se le ocurriría a una banda que vive del pasado y de sus hits pretéritos. ¿Salir de gira para presentar canciones que el público desconoce y arriesgarse a obtener una respuesta fría o indiferente? Eso hicieron The Damned. Y no defraudaron. No solo porque la mayoría de nuevas canciones funcionaron muy bien entre la audiencia (esta vez pude comprobarlo en el Alexandra Palace de Londres), sino porque tampoco son tontos y en la recta final las combinaron con clásicos como “Love Song”, “Neat Neat Neat”, la gloriosa “Smash It Up” o, por supuesto, la infalible “New Rose”, para alborozo de todos los asistentes. Y tras la gira se publicó el anunciado disco, que se metió en el Top 10 global de ventas en Reino Unido, alcanzando el número 4 en las listas independientes y el 1 en las de rock/metal. Nada mal, para ser el duodécimo LP de la banda en sus 46 años de existencia. Y una demostración de que el grupo mantiene una sólida base de seguidores de mediana edad en el entorno anglosajón, donde, a diferencia de lo que ha sucedido en España, la mayoría de medios se hicieron eco de la aparición del disco y publicaron las preceptivas reseñas.

Nadie espera que a estas alturas una banda con casi cinco décadas de historia vaya a sacudir los cimientos del rock, pero tampoco es el objetivo de «Darkadelic», un disco producido por Thomas Mitchener (ha trabajado mezclando material de La Roux o The Futureheads) y editado por Ear Music (un subsello de Edel) que responde con bastante fidelidad a su título, combinando dos facetas bien conocidas de The Damned: la oscura y la psicodélica. La primera, mayoritariamente atribuible a Vanian, hizo de ellos una de las bandas góticas más destacadas gracias a «Phantasmagoria» (1985), y desarrolla la afición del vocalista por el cine y la literatura de terror clásico y toda la parafernalia estética que conlleva, incluyendo el show «A Night of a Thousand Vampires», un directo de 2022 concebido como un espectáculo teatral, grabado en el London Palladium y publicado en CD y BluRay. En «Darkadelic», las canciones «The Invisible Man», sobre el conocido personaje de ficción, o «Roderick», inspirada en el protagonista de ‘La caída de la casa Usher’, de Edgar Allan Poe (a quien se cita expresamente en la letra), son dos buenos ejemplos, que además sirven para enmarcar el álbum, ya que se trata de los cortes que lo abren y cierran respectivamente, pero también «From Your Lips» o «Wake the Dead», que además incorpora el violín de Emily Vanian, hija del cantante y Patricia Morrison (quien formó parte de The Damned durante una temporada, tras haber pasado por The Gun Club y The Sisters of Mercy).

En cuanto a la vertiente psicodélica, no se ajusta tanto al canon del género como al modo en que The Damned lo han interiorizado, incluso desde tempranas etapas de su carrera. Cabe recordar, por ejemplo, el tema «Curtain Call», de 17 minutos de duración, incluido en «The Black Album» (1980). En este caso no se trata tanto de la extensión de las canciones como de determinados pasajes incluidos en alguna de ellas, como es el caso de «Wake the Dead» o de «Motorcycle Man», donde el veterano teclista Monty Oxymoron vuelve a demostrar su conocida devoción por Ray Manzarek.

En todo caso, más allá de las etiquetas hay un hecho incuestionable en el disco, y es la abundancia de buenas canciones. El inagotable gancho melódico pop de Sensible demuestra encontrarse en excelente estado de forma en «Beware of the Clown», «Follow Me» o «Girl I’ll Stop at Nothing» (con guiño al «Starman» de Bowie incluido), tres estribillos que huelen a clásico instantáneo. Y si el guitarrista de la banda parece vivir una segunda juventud, lo mismo puede decirse de las prestaciones vocales de un Vanian tan sólido como siempre, disfrutando en «Follow Me» de su indisimulada adoración por Elvis Presley.

Hay poco material de relleno en «Darkadelic». En «Western Promise», por ejemplo, se incluye una trompeta (también presente en «Roderick») que obliga a recordar que ya echaron mano del saxo en su primer LP, en plena erupción punk. Y «Leader of the Gang», como su título presagia, es un homenaje a Gary Glitter que, obvio es decirlo, avanza trotando sobre un inequívoco patrón rítmico glam.

Mientras las bandas señeras del punk inglés (y las que no lo fueron tanto) o ya no existen o se limitan al circuito nostálgico rememorando glorias pasadas, The Damned atraviesan un momento dulce. A raíz de los conciertos de la formación original, el legendario batería Rat Scabies acaba de regresar al grupo, que ya ha anunciado fechas para 2024 en EEUU, Asia, Europa y Oceanía, así que, de momento, no parece que vayan a tirar la toalla.

Entrevista con John Lydon

Entrevista con John Lydon

Entrevista aparecida en Urban, suplemento del diario Levante, en julio de 2015

 

Es el mayor de los tópicos, pero es innegable que en el presente caso se cumple: el legendario John Lydon no necesita presentación. Desde los tiempos en que era conocido como Johnny Rotten y encabezó la revuelta punk inglesa al frente de los Sex Pistols hasta el momento presente, en que sigue liderando PiL (Public Image Limited), ha sido una de las figuras más carismáticas y controvertidas de la escena musical mundial. «He tenido el raro privilegio de haber formado parte de dos de las mejores bandas de la historia», comenta sin falsa modestia, consciente de que no exagera: si con la primera dinamitó el rock de los setenta, con la segunda abrió puertas que siguen cruzando innumerables músicos actuales. Lydon se pone amablemente al teléfono en Los Ángeles, ciudad donde reside desde hace ya varios años, para hablar sobre La ira es energía, un jugoso libro de memorias editado con puntualidad en España por Malpaso Editorial (la versión original inglesa es de 2014), y también sobre What the world needs now…, el décimo álbum de PiL, que se pondrá a la venta en septiembre. «He estado muy ocupado durante el último año», explica con voz fuerte y rotunda.

La ira es energía, ¿es una reacción a libros como England´s dreaming, de Jon Savage, o la autobiografía de Jah Wobble, exmiembro de PiL? ¿Se trataba de dar su versión de los hechos?

Mi intención era rellenar los huecos del puzle de mi vida que aún no eran de dominio público. Sentía que necesitaba explicar por qué he hecho lo que hecho, y para conseguirlo, tenía que regresar a las experiencias de mi infancia, de las que nunca había hablado con tanta extensión. Respecto a esos libros que mencionas, son basura. Soy inmune a los sinsentidos que otra gente escribe sobre mí.

Vuelve sobre algunas cuestiones relacionadas con Sex Pistols, pero diría que no es una secuela de No Irish No Black No dogs, su primer libro autobiográfico. ¿Está de acuerdo?

Cuando sacas un libro, te das cuenta de que hay piezas que has dejado fuera, y que tendrás que volver para rellenarlas después. Trato de mejorar constantemente la información.

¿Cómo ve aquel libro ahora?

Cuando salió me gustaba, pero la imagen no era completa, había más cosas que contar. Era mi obligación moral compartirlas para entender completamente cómo es esa criatura que apareció una mañana como un anarquista, y todas las experiencias de una vida que contribuyeron a crear mi personalidad. Así es como soy, y por eso no tolero a los mentirosos. Es algo fundamental para mí. Quizá haya un nuevo libro, que hablará, por supuesto, de mi situación actual, y que no tendrá que ver con los anteriores porque todavía no ha ocurrido. Cuanto más vives, más tienes que contar.

Leyendo el libro, sorprende la facilidad que tiene para reírse de sí mismo.

Es algo que debes saber hacer si tienes la intención de vivir mucho tiempo en este planeta. Nos tomamos demasiado en serio. Siempre he encontrado más sabiduría en los cómicos que en los filósofos. La comedia siempre ha sido una parte importante de mi vida. De joven, durante mi formación, vi muchas comedias chifladas británicas. Eran interesantes por el desarrollo de los personajes y por su individualismo, que considero una herramienta esencial en la vida.

De hecho, llegó a comparar a los Sex Pistols con un espectáculo de vodevil.

¡Claro! Fue muy importante en mi educación, como integrante de la clase trabajadora. Los pubs eran nuestros night clubs, los sitios donde veíamos música en directo y shows cómicos. La gente actuaba allí. Algunos de ellos iban borrachos. Otros, no [risas].

No le duelen prendas a la hora de hacer comentarios duros sobre colegas de profesión como The Clash o Eric Clapton.

No creo que sea duro o desagradable, es solo mi honesta opinión sobre determinados asuntos. The Clash eran muy buenos amigos míos, pero eso no quiere decir que me tuviera que gustar su música. Y lo de Eric Clapton está relacionado con las drogas. La heroína ha sido siempre un problema serio en la industria musical, así que tengo una opinión negativa sobre la gente que se abandona a ella. Tiene que ver con la autocompasión, porque no resuelves los problemas. Comento estas cosas, pero no es nada personal. Si a la gente le sirven mis ideas, estupendo. Lo que quiero decir es que puedo aprender de los errores de los demás, del mismo modo que otros pueden aprender de los míos. Por eso, en muchos sentidos, se puede decir que este es un libro de autoayuda.

Y de humor. Los capítulos sobre sus programas televisivos son muy divertidos.

El humor forma parte de mi cultura. Tengo raíces irlandesas, y para nosotros siempre fue muy importante aprender a reírnos en los funerales y llorar en las bodas. Tener control sobre las emociones y entenderlas es muy valioso. Por ejemplo, yo entiendo la aflicción excepcionalmente bien, porque he tenido mucha, pero nunca he permitido que me derrotara. Lo que pone en mi pasaporte en el renglón destinado al trabajo es entertainer. Entiendo la vida como una comedia excepcional, un gran regalo.

En el libro también queda claro que no siempre le ha sido fácil salir adelante ni personal ni artísticamente. ¿Fue doloroso el proceso de escritura?

Mucho. Porque tienes que ser muy autocrítico. Cada día en mi vida es un reto en ese sentido. Tengo que saber lo que hago. No hago nunca nada sin pensarlo antes. Siempre existe un propósito para lo que hago. No creo en la moral, a causa de su vertiente religiosa, pero sí en los valores. Y hay que mantener la integridad, tratar a la gente abiertamente y ser honesto. Es difícil, pero es la razón por la que puedo sonreír. Déjame que te cite a Shakespeare: «Debes sonreír ante el rostro de la adversidad». Es lo que hago. Por eso no me autocompadezco. Una de las grandes lecciones que me dieron mis padres fue no revolcarme en la autocompasión. No lamentarte por quién eres.

Éste soy yo, lo tomas o lo dejas.

Exacto. Yo no hago daño a nadie. Pero si quieres juzgarme, hazlo en función de mi vida completa, no solo a través del personaje que han creado los medios. 

Una buena parte del libro está dedicada a PiL. Es increíble la cantidad de dificultades que han rodeado siempre a la banda. ¿Nunca estuvo tentado de tirar la toalla?

Nunca. Soy implacable. Sé cuándo estoy haciendo lo correcto, y no hay razones que puedan pararme. Es algo que siempre he tenido claro. Soy escritor de canciones, y nunca dejaré de serlo, pese a los obstáculos que pueda encontrar. Esos obstáculos, o los problemas financieros, son minucias comparados con la imagen completa. Trato de vivir el máximo tiempo posible, así que ya no tengo la urgencia de los 21 años. Ahora no creo en las prisas, sino en la paciencia. Y la honestidad y la integridad son cosas que requieren tiempo. No me veo como una estrella pop, sino como un músico folk, más preocupado por la calidad de las canciones que por el tamaño de mi ombligo.

La formación actual de la banda es bastante sólida. ¿Con qué objetivos entran en el estudio?

Las canciones siempre deben ser un reflejo preciso de los sentimientos expresados, casi de manera física. Las palabras deben estar en sintonía con las ideas que contiene la música. Lo que buscamos es difícil, pero disfrutamos mucho grabando. No componemos canciones, sino que creamos tapices, no solo para nosotros, espero que también para el oyente. Siempre estamos abiertos a nuevas ideas.

El nuevo disco de PiL se titula What the world needs now… Supongo que es un juego de palabras, pero en Shoom canta: What the world needs now is another fuck off (Lo que el mundo necesita ahora es otro ¡A la mierda!)

Ambas cosas están ahí, tienes razón, pero hay algo más. El título lleva puntos suspensivos. Es una frase inacabada. Y lo que le pido al oyente es que la rellene a partir de su propia perspectiva individual en la vida. No tengo todas las respuestas, no puedo acabar esa frase solo. Se trata de una pregunta abierta. 

¿Fue el punk rock el último ¡A la mierda! en la música?

Bueno, fue el mío, y todavía sigo aquí [risas]. Es una canción que hace referencia a mis inicios. Los mismos problemas siguen ahí. Cuestionar el poder y tratar de echar abajo las instituciones que nos mantienen prisioneros es una tradición de siglos. Siempre he sido un rebelde. Mis padres lo fueron, y sus padres también. Desde que el hombre fue creado. Las normas son para los tontos. ¿Pero pautas? Sí, por favor. Me gusta tener pautas, pero no leyes. Y si las leyes no tienen sentido, es necesario cambiarlas. Eso es lo que hace Johnny. Cambio las reglas. Siempre en busca de mejorar. Pero no le he hecho daño a nadie en mi vida. No podría matar una mosca.

Tras muchos años de bregar con diferentes sellos, PiL tiene ahora el suyo propio. ¿Es la mejor opción?

Desde luego. Al principio, las compañías de discos me hicieron muchos favores, aunque también me han creado todo tipo de problemas terribles. Pero sobreviví. La lucha por mantener la integridad ha sido muy dura, aunque quizá la gente no sea consciente de ello. Tenemos distribuidores en cada país. Es un trabajo muy duro, ocupa casi las 24 horas cada día, nunca te libras de él, pero estamos haciendo lo que queremos. No dañamos a nadie, no robamos, no pretendemos falsear nuestra imagen y tratamos de ser lo más honestos posible a la hora de ofrecer material de alta calidad para su reproducción en vinilo. El vinilo es el mayor tour de force para nosotros, es mi formato favorito. En PiL jugamos con la disonancia, los logaritmos rítmicos, y eso a veces se pierde por la baja calidad que ofrece la reproducción digital, que es inaceptable.

Sorprende que, pese a los innumerables cambios de formación de la banda, el sonido de PiL se mantenga tan puro, tan inmutable, tan incorruptible. ¿Cómo lo consigue?

Porque creo en lo que hago. A estas alturas han pasado por el grupo 49 personas, una cantidad enorme de gente, pero todos ellos han hecho también cosas magníficas por su cuenta o con otras bandas. Para mí, eso es increíblemente gratificante. Algunos de ellos, por supuesto, no me soportaban, pero eso era incluso mejor [risas]. ¿Por qué? Ayudo a la gente. Es lo que he hecho siempre. Incluso cuando era un niño enfermo, tenía que cuidar a mis hermanos pequeños. Es un instinto natural. Y nunca espero gratitud por ello. Lo que hace PiL es eso, ayudar. No es parte del problema, sino de la solución. He traído a PiL gente de la que nadie había oído hablar antes, y los he tratado con el respeto que merecían. No a todos, porque el mundo es imperfecto, pero sí a la mayoría. Eso me hace sentir muy orgulloso.

En el libro que acaba de lanzar comenta que la música actual le suena falsa. ¿Necesita el rock otra revolución?

Me refiero a eso que llaman new age o world music, que mezcla elementos de diferentes culturas para crear algo grosero, tedioso y mediocre. Lo veo inútil. Me encanta la diferencia, creo que es precisamente lo que nos une, pero hay otras maneras de aproximarse a culturas diferentes.

Tampoco parece que le guste el hip hop, aunque Joe Strummer lo consideraba tan revolucionario como el punk.

En vez de crear algo propio, la música moderna está usando masivamente el sampling. Y luego cantan alguna cosa por encima. Es muy decepcionante. Un fraude. De hecho, escucho constantemente ritmos de PiL en las bases de multitud de discos de rap. ¡Es retorcido! Estoy a favor de compartir, pero no de anular el mensaje original. Me influencia mucho lo que hacen otros artistas, pero no copio directamente. Eso es sabotaje. Y es lo que hacen muchos raperos. Y puedo decirlo porque yo estaba allí cuando se originó la cultura hip hop, hice un disco maravilloso con Time Zone, la banda de Afrika Bambaataa, titulado World destruction. Sabíamos que iba ser algo grande, pero no que se convertiría en un fenómeno tan violento y egoísta. Hoy en día, el rap se resume, básicamente, en vender: ropa, joyería, accesorios… No hay futuro en eso. Solo se trata de colocar un producto.

¿Se arrepiente de algo?

Hay veces en que vuelves a un disco y piensas que podrías haber hecho las cosas de otro modo, o haber limpiado alguna cosa en la mezcla final. Pero en términos generales, no, porque el sentido común siempre prevalece. Cuando miro hacia atrás y evalúo mi vida, creo que tomé las decisiones correctas en cada momento. Por supuesto, le he dicho cosas muy feas a la gente en el pasado, y es difícil superarlo, pero soy el tipo de persona que se disculpa si comete un error. Tuve que hacerlo con mis padres. Siempre hay sentimiento de culpa en tu vida, nunca estás totalmente libre de culpa. Y a veces me he tratado muy duramente. No hay nada que alguien pueda decir sobre mí que yo no me haya dicho antes.

¿Es una forma de autodefensa?

No, de autotortura. Ten en cuenta que perdí la memoria entre los siete y los ocho años, cuando salí de un coma. Y hasta cuatro después no la recuperé, así que tuve que aprender a analizarme a una edad muy temprana para entender quién era exactamente. Fue muy doloroso, pero agradezco que me ocurriera, porque me permitió prepararme para la vida. Ahora tengo la suerte de estar rodeado de gente que me avisa si hago algo mal, y me permite cambiar. Lo considero todo un logro.