Con motivo de su regreso a las salas de cine, recupero el texto sobre la película Stop Making Sense (Jonathan Demme, 1984) incluido en el libro Sueños eléctricos. 50 películas fundamentales de la cultura rock (UOC, 2016)

 

Hacia finales los años sesenta y a lo largo de los setenta, exitosos documentales sobre festivales, como Woodstock (Michael Wadleigh, 1970) y Monterey Pop (D.A. Pennebaker, 1968), y filmaciones de conciertos como The Song Remains The Same (Peter Clifton, Joe Massot, 1976) o Pink Floyd: Live at Pompeii (Adrian Maben, 1972), que se estrenaron en salas comerciales, instauraron un canon a seguir para plasmar en cine las actuaciones en directo. Se trata, por regla general, de grandes espectáculos épicos, en los que los músicos adquieren categoría de semidioses, capturados en su momento de mayor gloria y en recintos de grandes dimensiones (como el anfiteatro romano de Pompeya). Además, se suelen incluir imágenes tomadas en backstage o entrevistas, y se presta especial atención a las reacciones de un público totalmente entregado. En 1984, Jonathan Demme y los Talking Heads cambiarían el concepto con Stop Making Sense, un film que la revista The Face definió como “el Ciudadano Kane de las películas de conciertos”.

El cineasta había debutado diez años antes con La cárcel caliente (Caged Heat, 1974), a las órdenes del productor Roger Corman, y contaba con siete películas en su haber, pero aún estaba lejos de obtener el reconocimiento masivo que le otorgaría El silencio de los corderos (Silence of the Lambs, 1991), mientras que la banda era una de las propuestas musicales más estimulantes de la escena surgida en Nueva York en la segunda mitad de los setenta, y había publicado ya seis álbumes recibidos de manera entusiasta por la crítica. Entre ellos, el doble en directo The Name of this Band is Talking Heads (1982). Si grababan otro disco en vivo, tenía que ser diferente.

El inquieto David Byrne, cantante y compositor principal del grupo (que en 1986 dirigiría el interesante largo de ficción True Stories), concibió una puesta en escena muy visual, con elementos teatrales, que se desmarcaba de cualquier filmación previa. En 1983 se metió durante cuatro días de diciembre en el Pantages Theater de Hollywood (California) con la intención de organizar un concierto diferente, que captara toda la atención del espectador a partir de lo que sucedía en el escenario. Un espectáculo que va de menos a más y que comienza con un escenario desnudo, vacío, exento de la parafernalia (incluso de los instrumentos) que caracteriza un show en vivo, únicamente con un micrófono en el centro. Byrne sale con la guitarra acústica en bandolera y un radiocasete en la mano. Se pone delante del micro, anuncia al público que tiene una cinta que quiere que escuchen, presiona el play y comienza a sonar el ritmo de Psycho Killer.

A partir de ese momento, prácticamente en cada canción sucede algo nuevo. Byrne ha concebido el show para que sea filmado, mira a la cámara e interpreta la canción solo, mientras a su espalda los técnicos sacan la plataforma con la batería. A medida que avanza el repertorio, el espectador asiste al montaje del backline y a la incorporación de los integrantes de la banda. En Heaven se suma la bajista Tina Weymouth y sale la batería, que ya tocará Chris Frantz en Thank You For Sending Me An Angel, la tercera canción. Para la siguiente, Found A Job, se completa el cuarteto con Jerry Harrison, mientras se siguen colocando plataformas y micros. El sonido se va haciendo más complejo, y en Slippery People, la siguiente canción, aparecen un percusionista y dos coristas. Comienzan las coreografías. Se coloca el set completo de percusión. En Burning Down The House aparecen un nuevo guitarrista y un teclista. Ya hay nueve músicos en escena. El muro de la parte trasera del escenario ha sido cubierto con un telón negro. En la séptima canción, Life During Wartime, no se producen cambios. Las coristas se marchan y David Byrne llena el escenario con sus bailes y carreras.

Pero las sorpresas no han terminado. En Making Flippy Floppy aparecen proyecciones sobre el telón del fondo. La iluminación, siempre blanca, comienza a jugar un papel determinante en la puesta en escena. Y dos temas más tarde, en What A Day That Was, vuelven las coristas. Una lámpara de pie con la que juega Byrne y que es la única fuente de luz durante la canción protagoniza Naive Melody. El vocalista se toma después un respiro y cede el protagonismo al resto de la banda, que interpreta Genius Of Love, una canción de Tom Tom Club, el grupo paralelo de Frantz y Weymouth. Cuando regresa, Byrne lleva puesto un enorme traje blanco que, con la ayuda de un técnico de luz, proyecta sugestivas sombras en el escenario y da un aire extraño (más extraño aún) a sus bailes. El foquista se une al show y canta una frase de Grilfriend Is Better cuando Byrne le ofrece el micro. Llegando al final, el cantante presenta a la banda en una larga versión de Take Me To The River, y el colofón lo marca Cross-Eyed And Painless. Es entonces cuando vemos bailar por primera vez al público, hasta entonces en sombras. Al acabar la canción, músicos y equipo técnico saludan a la audiencia. El show ha terminado. Cae el telón.

Stop Making Sense no solo pone de manifiesto de manera sumamente inteligente el artificio de un concierto, a base de movimientos de cámara y soluciones de montaje que van descubriendo al espectador lo que sucede en el escenario. Es, además, el retrato en vivo de una banda en estado de gracia, con un repertorio mayúsculo y un elenco de lujosos colaboradores (todos afroamericanos) que pone de manifiesto la deuda de su sonido con la música africana. El teclista Bernie Worrel (Parliamente, Funkadelic), el percusionista Steve Scales (reclutado en el anterior disco en directo), el guitarrista Alex Weir (The Brothers Johnson) y las coristas Ednah Holt (The Ritchie Family) y Lynn Mabry (Sly & The Family Stone, Brides of Funkenstein) conforman una mayoría negra sobre las tablas que potencia el componente afro-funk del repertorio.

Jonathan Demme continuaría relacionado con la música realizando videoclips (UB40, New Order) y varios rockumentales: Storefront Hitchcock (1998), la trilogía Heart of Gold (2006), Trunk Show (2009) y Journeys (2011), centrada en Neil Young, o Kenny Chesney: Unstaged (2012).